Por José Luis Atienza (17/04/2022)

La columna vertebral de la cultura federal es la capacidad de acordar la convivencia de la diversidad, la asunción de la complejidad en la gestión de las cosas: el federalismo de los hechos, que elogia Lluís Rabell. El federalismo no es una fórmula, es una manera de hacer. Se trata de algo nada sencillo, convertir el si ganas tú pierdo yo en un ganar todos, cedes tú, cedo yo. ¿Para qué? Para avanzar juntos a partir del acuerdo, no del conflicto. No queremos medirnos las fuerzas entre el sí y el no, sino complicarnos la vida buscando acuerdos para seguir remando juntos, viviendo juntos. En cualquier cas, la asamblea no debería servir para contarnos sino para juntarnos más para hacer frente a la situación post procés y tomar la iniciativa para que un Nou horitzó federal sea más que un documento, una realidad.

Si eso es así, ¿Qué justificaría que en una asociación federal acabaran habiendo dos listas? ¿La existencia de dos proyectos alternativos? Si ello fuese así, la solución federal sería sumar, ajustar, negociar y acordar. Si lo que existiesen fuesen disensiones personales, difícilmente se resolverían ejerciendo los asociados el derecho a voto, porque Fed solo tiene sentido desde un proyecto colectivo. Imaginemos que hay dos listas y gana la una y la otra ¿Qué se establecerá en la junta? ¿Mayorías y minorías? ¿Gobierno conjunto? ¿Gobierno y oposición? Si se piensa en una gestión conjunta se me ocurren algunas preguntas ¿Por qué no se hace el acuerdo antes, cuando la cultura federal es el pacto, el acuerdo, el tratado, que llevamos tatuados hasta en el nombre? El contarnos, como hemos dicho alguna vez, se cobra un precio en la asociación.

Sin embargo todas estos argumentos no dejan de ser razones estratégicas domésticas. Tampoco nos engañemos, hoy por hoy, el federalismo, a la hora de la verdad, no es una bandera que se enarbole abiertamente por la izquierda catalana, aunque sea más visible en las vitrinas teóricas socialistas que en las comuneras. El federalismo levantó el vuelo en Cataluña empujado por el viento huracanado de la independecia, haciendo surf precario en el furioso oleaje del procesismo, fletando botes salvavidas para los náufragos del catalanismo integrador. Sí, aquel que decía y creía que “es catalán todo el que vive y trabaja en Catalunya”.

Hoy somos un país sin viento en las velas, sin ilusión colectiva. Los unos porque cuando la independencia ha dejado de ser una utopía disponible, ven que el nacionalismo está desnudo, sin nadav que ponerse. No tiene proyecto propio de país, malvive con muchos votos y escasas ideas, el alma depresiva y el encefalograma plano. Han dejado de quererse a sí mismos cuando se miran al espejo, son como la pareja que sigue junta, solo para poder pagar la hipoteca y vivir en el multihogar de la plaza Sant Jaume en habitaciones separadas.

Ellos han perdido, pero nosotros no hemos ganado. Como entidad hemos sido casi solitarios partisanos en el debate de resistencia al absolutismo nacionalista, y ahora nos debería tocar dejar de defender y jugar a la ofensiva.

Picar piedra por abajo, reforzar la red federal desde la base. utilizar más a fondo el zoom como manera de contactar  con cada uno de nuestros socios, no para sustituir la reunión personal, el roce hace el cariño, sino para incitarlas, fomentarlas y multiplicarlas. Hemos aprendido del COVID a eludir en parte  las restricciones a vernos y escucharnos, y hacerlo a distancia desde casa.

Es que tenemos una gente estupenda a lo largo de nuestra geografía, yo cada acto en el que he podido participar me he encontrado a personas excelentes, con un ambiente fraternal de comunidad, que como todos, necesita sentirse acompañada en sus ideas. Eso es un capital humano, granadito, eso sí, de un valor incalculable. Entre todos, y cuando digo todos, digo todos, hemos trazado un incompleto mapa personal federal de Cataluña. Modesta, como nuestra asociación. Increíblemente valiosa,. Como nuestra asociación.

Pero también estamos trazando otro mapa. Diez comunidades, además de Cataluña, las más grandes, de implantación reciente,  exremadamente valiosa, han creado Asociaciones Federalistas, son el mapa federal de España. Se extienden como una mancha. Son cabezas de playa. No habrá avance federal sin avance de la cultura federal en España. Nos toca arrimar el hombro. Con España, con Europa. La pregunta es ¿Cómo seremos más fuertes como asociación?