(Por Mireia Esteva)

La neutralidad funcionarial es una condición esencial del funcionamiento de la democracia, para que los políticos que se enfrentan en la pugna electoral, si ganan en las elecciones, puedan disponer de un aparato ejecutivo que les permita gobernar. Por eso, el acceso a un puesto depende de unas oposiciones y no de su afinidad ideológica a la estructura de mando. Pero la neutralidad queda comprometida cuando los empleados públicos no son funcionarios, sino trabajadores con contratos temporales, cuando la estructura está hinchada de personas afines al cargo, cuando no hay alternancia en el poder de los diferentes partidos políticos, o cuando el trabajador sufre acoso (aunque sea con amenazas generales), se le impide promocionar o se le ignora en un rincón.

La sopa fria. El Triangle (28/10/2020)