(Por Mireia Esteva)

De cara a las elecciones al Parlamento de Cataluña del 27 de septiembre de 2015, las que algunos partidos plantean como plebiscitarias para decidir si Cataluña debe ser independiente o no, nos parece importante hacer algunas reflexiones de los resultados de las encuestas.

A finales de 2010, según los estudios del CEO, el 71,5% de los ciudadanos se decantaban por la integración de Cataluña dentro de España. Un 30,9% del total prefería que España fuera un país federal, tal y como muestra la gráfica siguiente:

Es decir, la percepción general era que nos iba bien formando parte de España y en todo caso, había una parte importante de la población que consideraba la necesidad de un cambio en el modelo de Estado y prefería una España Federal. Recordemos que en aquel momento todavía no había tenido lugar el 15M, ni los grandes movimientos sociales y la representación independentista en el Parlamento era minoritaria. A partir del Junio de 2011, cuando el Parlamento de Cataluña aprueba los recortes más espectaculares en el Estado del bienestar que ha tenido nuestra democracia, se enfrenta a la respuesta ciudadana, llegando al acoso del Parlamento. Para evitarlo, se pone en marcha el llamado «procés». Se hacen nuevas elecciones y se utilizan todos los medios logísticos y mediáticos para la propaganda, con el único objetivo de desmantelar cualquier movimiento social desde la izquierda, canalizar el descontento popular y mantenerse en el poder.

Por eso, cuando se analiza la situación en el tercer trimestre de 2013, los resultados de las encuestas son muy diferentes:

Se observa una disminución de la opinión en seguir formando parte de España y la inclinación hacia que Cataluña se convierta en un Estado independiente. Los resultados son escalofriantes, teniendo en cuenta el poco tiempo transcurrido y la importancia que tendría para el futuro de todos una decisión de este tipo. Sólo el 45,3% de los ciudadanos querían seguir formando parte de España y un 48,5% de querían que Cataluña fuera independiente.

Recordemos que estos resultados se producen en plena efervescencia independentista, con escaso análisis de consecuencias, medios públicos decantados claramente a favor, pocas voces disonantes por falta de medios para expresarse y una izquierda desconcertada por la situación.

Aunque la cifra de personas que manifiestan querer un estado independiente ya es muy alta, si miramos los resultados de la siguiente pregunta del Anuario del CEO, es curioso resaltar que cuando se pregunta qué votaría en un referéndum, este porcentaje es aún más alto, el 54,7% dice que votaría SI a la independencia. Algo no cuadra, ya que un 8,2% de diferencia entre una pregunta y la otra es un sesgado muy significativo. En cuanto a los que votarían en contra, un 22,1% tampoco parece un resultado lógico si lo comparamos con el 45,3% de los que dicen que no apuestan por la independencia.

¿Cómo se pasa de una situación a la otra? ¿Por qué los resultados de un hipotético referéndum no se corresponden con el modelo de Estado deseado por los ciudadanos: el independentismo sobredimensionado y el no independentista minimizado? ¿Las encuestas están mal planteadas o hay otras razones que lo explican? ¿En qué piensan los ciudadanos cuando dicen que prefieren una Cataluña independiente? ¿El independentismo significa para todos lo mismo?

Por otra parte, las preguntas condicionan los resultados, ya que se disgrega el modelo organizativo de seguir formando parte de España, pero la independencia se plantea como un bloque sin matices y se presuponen cosas que nunca nadie ha explicado. ¿Se querría la independencia fuera de Europa? ¿Se querría la independencia con pérdida de mercados españoles e iberoamericanos? ¿Que pasaría si la pregunta en pro de la independencia se disgrega en tres opciones al igual que se disgrega la de seguir formando parte de España? ¿Realmente queremos un Estado independiente sin condiciones y donde nadie pueda controlar al poder?

Si seguimos sin respuesta a las preguntas anteriores y miramos la encuesta realizada en 2004, la voluntad independentista ha bajado significativamente, sin alcanzar los niveles previos de 2010. El 36,2% querría un estado independiente y un 56,1% se decanta por seguir formando parte de España. En este caso, la opción federal vuelve a subir situándose sólo a dos puntos de los niveles que tenía el año 2010. En cambio, la opción por el modelo autonómico, aunque se recupera un poco, sigue situado en 12,9 puntos los resultados de 2010. se diría que aunque el modelo actual esté en crisis, no necesariamente se visualiza como solución la independencia y se vuelve a recuperar la idea del modelo federal. Estos resultados parecen lógicos desde el punto de vista que en el tiempo transcurrido se han podido filtrar algunas opiniones y generar un pequeño debate, en medios marginales, aunque aún sigan los medios públicos secuestrados por el poder.

 

Sin embargo, cuando miramos los resultados del CEO con respecto a la segunda pregunta vemos una repetición del fenómeno observado en la de 2003, la respuesta posible positiva dentro de un posible referéndum resultaría muy igualada, con ligera superioridad de la respuesta negativa. Es decir, los resultados no se corresponden con las preferencias sobre modelo de estado ni con el sentido de pertenencia. Vuelve a haber 8,3% de diferencia entre los que prefieren la independencia como opción y los que votarían que sí a la independencia.

 

Además, cuando se analizan los resultados de la segunda pregunta en el referéndum, una parte importante de los que habrían votado SI a la independencia, querrían que Cataluña no fuera un Estado independiente, tal como se muestra a continuación:

La única explicación posible es que muchos ciudadanos que votarían SÍ a la independencia, en el fondo son federalistas, pero tal y como se plantea la pregunta, no permite discriminar las respuestas. Por lo tanto, o estamos ante una incompetencia técnica o ante una manipulación política muy grave.

El 27 de septiembre nos dicen que si el voto de los ciudadanos da como resultado una mayoría de escaños de grupos independentistas en el Parlamento se hará una declaración unilateral de independencia sin ningún tipo de negociación. Llegue o no a ser independiente el territorio catalán del resto de España, nuestra democracia ha sido gravemente tocada con estos planteamientos ligados al «procés».

Efectivamente, la democracia está tocada, porque como hemos visto en los resultados de las encuestas del CEO, el concepto de independencia para Cataluña no significa lo mismo para todos los catalanes y el resultado de le elecciones se vincula directamente a esta por parte de quien las convoca. Y quien hace esta manipulación poco democrática tendrá el poder si se llega a un Estado independiente. A todo esto hay que añadir el hecho escandaloso que los escaños de Barcelona valen 0,45% y los de Girona y Tarragona un 0,66% en relación a los de Lleida. La guinda de tomadura de pelo hacia el ciudadano es  que algunos partidos políticos juegan con la ambigüedad respecto un tema capital para nuestro futuro.

Como ciudadanos responsables deberíamos exigir que se deje de manipular nuestra opinión con medios de comunicación públicos poco neutrales (como ya ha denunciado el Colegio de Periodistas de Cataluña), análisis de opinión tendenciosos y planteamientos políticos poco honestos, ya que utilizan la ambigüedad de los conceptos para obtener votos de manera oportunista. Con las elecciones del 27S, tal y como están planteadas, no recuperaremos ni más libertad ni más democracia si los ciudadanos no damos un giro -con nuestro voto- a la manipulación de la democracia con fines partidistas y seguimos manteniendo los de siempre manipulando el xesto de las cerezas con objetivos ajenos al bienestar social y nuestros propios intereses.