A pesar de las múltiples promesas que nos hace el independentismo sobre nuestra felicidad (sin haber conseguido saber cómo se resolverían nuestros problemas si tuviéramos otro Estado) y las reiteradas afirmaciones por parte de algunos medios de comunicación de que la mayoría de los ciudadanos de Cataluña somos independentistas, la realidad parece evolucionar en sentido contrario
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