Ed. Bellaterra, colección relatos de vida, Barcelona 2011
ISBN: 978-84-7290-532-0
Olga Viñuales (Coordinadora)
Lourdes Bassols
Sara Blasco
Beatriz Espejo
Mireia Esteva Saló
Laura Kait
Encarna
Paulina
Antonia Pallach i Estela
Olga Viñuales Sarasa
Virginia Barceló i Monerris
Editorial Bellaterra, Barcelona 2011
De-generadas: contexto y transgresión social
Que una mujer explorara y expresase plenamente su sexualidad y sus capacidades emocionales e intelectuales, conllevaría insospechados riesgos y una alteración realmente revolucionaria de las condiciones sociales que la degradan y la reprimen. Como alternativa, puede seguir intentando encajar en el orden del mundo y, por lo tanto, resignarse para siempre a la atadura de un estereotipo de feminidad normal —una perversión, si se desea (Louise Kaplan. Perversiones femeninas. Las tentaciones de Madame Bovary. Ed. Paidos 1995). Desde Hypatia hasta Goliarda Sapienza, pasando por Juana de Arco —por citar sólo algunos ejemplos sobresalientes— tenemos constancia de la existencia de mujeres que, apartándose de las pautas y modelos socioculturales establecidos, alzaron su voz y se hicieron su propio hueco en la historia. Cada una de estas mujeres, referentes hoy del feminismo, fueron, a su manera, la punta de lanza, la cúspide de una pirámide formada en la base por otras muchas que, desde el anonimato y el olvido histórico, tomaron también las riendas de sus vidas, reafirmando su individualidad y negándose a que su único valor social o humano dependiera de su relación de dependencia con ninguna alteridad masculina. En este libro se recogen los testimonios de nueve personas (más un «contrapunto» final, lo cual significa que son diez testimonios) que, sintiéndose mujeres, se arriesgaron, al igual que sus predecesoras, célebres o ignotas, a desafiar las expectativas sociales respecto a los roles de género en un contexto difícil, en este caso el franquismo y el pos-franquismo; y que, ahora, a través de las siguientes páginas, se atreven a contarnos sus vivencias y qué estrategias de resistencia y adaptación elaboraron para sobrevivir siendo «ellas mismas» en esas duras condiciones. Condiciones que determinaba la dictadura bajo palio que gobernó este país durante cuarenta años, y que abarcaban todos los ámbitos de la vida, desde la política hasta la sexualidad, mediatizando todos los aspectos de la vida privada y pública de las personas, y especialmente de las mujeres. Por otro lado, la censura y prohibición de espacios y foros públicos de discusión, privaron a las mujeres, en general, de modelos o referentes alternativos —como la literatura y el cine— de la posibilidad de discutirlos y aportar ideas originales con las que construir un modelo de vida y un modelo de feminidad alternativo al modelo hegemónico: hija, esposa y madre. Difícil tarea en la España y Cataluña de posguerra, la de alejarse del canon, del paradigma de los que, más tarde, durante el período conocido como Transición Democrática, cuando los vientos del cambio empezaron a soplar, se conoció como «maruja». Nada más lejos de mi intención darle al término «maruja» o «ama de casa» un sentido o una connotación peyorativa. Todo lo contrario: el trabajo de casa es un trabajo digno y socialmente necesario. Sin duda, alguien debe limpiar, lavar la ropa, ordenar, cambiar toallas y sábanas, comprar comida, cocinar y un largo etcétera de tareas cotidianas y, sobre todo, de un gran esfuerzo mental de gestión. Lo sabemos muy bien quienes pagamos a otra persona por realizar este trabajo. Sólo que, tras la guerra civil, en la España del nacional-catolicismo existían pocas posibilidades laborales para las mujeres que eran educadas sólo para ser madres y esposas. Hubieron excepciones, claro está, como María Aurelia Capmany, Ana M.ª Matute, Montserrat Roig y muchas otras equiparables a las pioneras de vanguardia, a las que me refería más arriba, pero la inmensa mayoría sólo podía elegir entre tres posibilidades: casarse, ser monja o dedicarse a la prostitución. Sinceramente, a pesar del estigma social que pesaba sobre las prostitutas, ignoro cuál de estas tres posibilidades podía implicar, llegado el caso, un precio más alto. Lo afirmo desde la convicción de quien tiene datos acerca de la prostitución y también de gran cantidad de mujeres que se vieron obligadas a soportar toda clase de malos tratos físicos y psicológicos. Es más, cuando alguna de éstas protestaba o trataba de encontrar refugio en su familia de origen, era su propia madre quien le recordaba que debía volver a su casa, perdonar a su marido y continuar cumpliendo sus deberes maritales y asumiendo sus labores. La idea de compilar un libro como éste es tan antigua como mi relación con mi amigo y colega Oscar Guasch quién, nada más conocerme, me sentenció: «tú impugnas la idea que siempre he tenido acerca de las mujeres». Pasó el tiempo, conoció a alguna de mis amigas y me animó a escribir este libro. La idea central era recoger testimonios de mujeres que, habiendo vivido una época en que todo su entorno social parecía constreñirlas a adoptar el rol de «maruja» —entendiendo éste como excluyente de otros roles distintos al de esposa/ madre/ama de casa— optaron por disentir y tomar otros caminos que, de una u otra forma, defraudaban las expectativas sociales. En consecuencia, una vez concretado el objetivo, había que establecer los criterios de selección. Debían ser mujeres de edades comprendidas entre los 50 y los 70 años, sin que importase su orientación sexual ni su clase social. La técnica que se empleó es la conocida como «bola de nieve», en la que son los propios testimonios los que nos refieren a otros posibles testimonios y, así, sucesivamente. Evidentemente no están todas las que son, ni son todas las que están. Poco importa porque las mujeres que participan en este libro coinciden en no sentirse representativas de la totalidad del mundo femenino. Lo que sí me parecía crucial era, dentro de las lógicas limitaciones, que los diferentes relatos abarcasen la máxima diversidad posible. Este principio forma parte de una visión más general que ha estado siempre presente en todos mis trabajos y ha guiado mi vida: la libertad y la defensa de los derechos civiles. Ambos conceptos se sustentan en la evidencia de que la realidad social es diversa y plural, y ningún acercamiento a esa realidad desde las ciencias sociales debe pasar por alto que existen múltiples formas de vivir la feminidad, de la misma manera que las hay de vivir la catalanidad, la homosexualidad, etc. Defender este axioma equivale a reconocer que la manera cómo las personas significan lo que son y sus experiencias cotidianas, depende de factores culturales y sociales diversos que, a su vez, están filtrados o modulados de acuerdo con la propia subjetividad. Otra cuestión era el tema de la ordenación de los textos. Después de descartar otras posibilidades, he optado por el criterio alfabético con excepción del caso Encarna y Engracia que, porque forman una relación de pareja, he creído oportuno situar sus relatos uno a continuación del otro con objeto de facilitar su lectura y comprensión. Por último, a modo de contrapunto, decidí incluir el testimonio de una mujer más joven, Virginia Barceló, que desearía ser «maruja». Finalmente, desearía que, al abordar los diferentes relatos, el lector y lectora procurasen huir de taxonomías fáciles y se parase un momento a considerarlos por lo que son: un regalo personal de sus autoras, fruto de un esfuerzo en muchos casos doloroso, por reflexionar sobre su pasado, sobre sus experiencias, dudas, certezas, emociones y sentimientos en una época en la que luchar por «ser» y «estar» al mismo tiempo no era nada fácil. Quiero agradecerles de todo corazón ese esfuerzo valiente a todas ellas (Si, a ti también Virginia) y, sobre todo, por acceder a transcribir esas vivencias sobre un papel y compartirlas con otras personas. A nadie más que a ellas mismas puede ir dedicado este libro.
OLGA VIÑUALES SARASA
(Enero, 2011)
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